"Y
cuando ya la cola enfurecida cayó como palmera sobre el agua, el animal
salido del abismo recibió la centella del hombre pequeñito..."
El otro día leí una entrada, una muy buena entrada de un blog que me encontré por ahí sobre una mujer que aparentemente estaba viviendo en España. Decía que se sentía con total potestad y libertad de comentar desde la Otredad. Su narrativa iba desde sus estancias en la universitaria Salamanca, hasta sus tapeos por la elegante Francia. No sé cuántas ciudades y cuántos doctorados mencionó, pero desde luego que eran muchos, bastantes... y eso, que me quedé a mitad de la entrada (era extensa y yo padezco de un déficit de atención insoportable), pues terminé los dos párrafos que pude y sentí una envidia asquerosa de la que me averguenzo y muchos celos, malditos celos.
Celos porque yo también estuve desde el exilio. Mucho tiempo. Fueron cuatro años pero realmente se me hicieron como ocho. Ese exilio siempre me viene a la memoria.A veces trato de que no sea tanto. A veces trato de ignorarlo y seguir con mi vida actual, con el micro clima actual que me consume la vida en sobremanera y apenas me da tiempo de hornearle bizcochos a mi marido... pero mi exilio sigue ahí, latente, juguetón y jodedor. Suele visitarme cuando viajo en el tren, cuando espero a que los biftecs se terminen de cocinar, cuando barro las migajas que tira mi sobrino sin darse cuenta... cuando me lavo la cabeza.
El exilio late. Yo me le escapo pero quiero regresar a el... Y no obstante, a veces siento que cuatro años no fueron suficientes. Que me faltó más. Yo no me regresé con el boleto de la derrota. Yo me regresé por una nueva puerta que se abría y que a pesar de todo, estaba deseando.
Esa falta, ese extrañar. Me hicieron falta más filas en la Seguridad Social, más filas en el INEM, más tardes de espera en el consultorio de salud pública, más compras en el Carrefour, en el Mercadona y en el Lidl. Mas caminatas hacia el Metro, más llamadas para contestar en mi calidad de teleoperadora. Más libros de Facultad que leer, más frío que pasar, más GranDES HermaNOS que ver, más tiempo charlando con la Sonia, más tiempo hablando con mi suegra, más fútbol por la tele. Muchos otoños viendo las hojas caer, muchas esperas en la parada de autobús, muchas caminatas por Sol y hartarme de tortillas de patatas.
Yo no viajé a Europa, ni a Irlanda, ni a Francia,ni a Málaga... yo tuve que estudiar y trabajar a su vez. Yo no me gasté las tardes escribiendo como literata, pensando en la otredad... yo pensaba en mi, en lo que había de comer al día siguiente, en radicar los papeles, en llegar temprano al trabajo... en no perderlo nunca... en cubrirme de frío, en aprender a enviar dinero por Money Gram, porque la vida no es tan grata y los sueños de ciudad se desvanecen con el tiempo y con el viento... con el Internet.
Yo fui obrera y limpié escaleras. Yo escuché las historias de viejos que tanta gente rehuye.
Yo seguiré escribiendo de mi Otredad, nunca desde ella... porque esa distancia no la comparto, no la contemplo.
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